Creo en la forma de lo informe…
Creo en la pintura vital, en la pintura
grito, como en una gran aventura, de la
que podemos salir muertos o heridos, pero
jamás intactos…”
Alberto Greco, Buenos Aires. 1961.
Greco siempre estaba a la búsqueda.
Ya en París se había empapado
de los pensamientos del arte informal, de
una pintura que buscaba romper con los problemas
plásticos para refugiarse en el “hacer
sin control”.
A partir de su viaje a Brasil en 1957, comienza
a trabajar la pintura como una cuestión
vital. Se proclama como pintor “tachista”
y, en 1958, en el Museo de Arte moderno
de San Pablo, realiza una serie de exhibiciones
de tachismo en vivo.
Cuando regresa a Buenos Aires en 1959, Greco
traía el impulso de romper con el
arte que dominaba los circuitos porteños
y comienza a reunirse con otros artistas
en el Bar Chamberí. Es ahí
donde gestan la formación del Movimiento
Informalista (Barilari, Greco, Kemble, Olga
López, Maza, Pucciarelli, Towas y
Wells). Realizan su primera muestra en la
galería Van Riel el 13 de julio de
1959.
En las pinturas de esta época, vemos
la intención de Greco de acabar con
todas las formas. Para sus pinturas no usaba
soportes convencionales, trabajaba sobre
chapas, maderas, lo que encontrase tirado
por ahí. Sus materiales eran café,
vino, pasta de dientes, hasta su propia
orina. Si utilizaba algunos óleos
los dejaba a la intemperie para que la lluvia
o cualquier variable de la naturaleza hicieran
su trabajo.
Y esto es significativo, porque constituye
un testimonio de lo que el informalismo
significaba para Greco: no tanto un alejamiento
de la forma pictórica, como de las
formalidades y los formalismos del mundo
del arte.
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