“…El pintor es sobre todas
las cosas (repito hasta el cansancio) un
hombre. Un hombre que pinta…”
Alberto Greco, 1960
Durante los últimos meses de 1960
y parte del 61, Greco participó
en un proyecto ideado por Rafael Squirru,
llamado “Exposiciones Rodantes de
Arte Argentino”, que consistía
en montar en un camión, cedido
por la General Motors, una exposición
de arte con fines educativos y recorrer
todo el sur argentino con artistas de
la capital, los cuales dialogarían
con los habitantes de las poblaciones
que visitaran.
Este viaje consumó el alejamiento
de Greco de los círculos del arte
para encontrar en la gente, en los lugares
más pequeños y olvidados,
lejos de los museos, lo que ya venía
latiendo y buscando en él: el arte
en el dominio de la vida cotidiana. Para
Greco este recorrido no tenía apenas
por objetivo mostrar el arte que venía
de la capital; lo que Greco buscaba era
que todos hicieran su propio arte, auténtico
y sin escenarios.
En una carta a Lila Mora escribe: “Estoy
en la capital pampeana y la inauguración
se hace esta tarde. Fuimos a Catriló,
un pueblecito pampeano lleno de polvo,
con un galpón llamado confitería,
un cine tartamudo y un círculo
italiano donde expusimos. Salí
encantado de Catriló. Organicé
un concurso de pintura para chicos (fueron
400) Ganó Montevechio… La
entrega de premios fue maravillosa (inolvidable).Estoy
entusiasmado. Hay un material humano fabuloso…El
encuentro con el hombre en su estado puro.”
Cuando vuelve a Buenos Aires, toda esa
vivencia había generado en su trabajo
el alejamiento y la despreocupación
total por los planteos formales e informales
del mundo del arte.